jueves, 4 de diciembre de 2008

La demanda culinaria de la nalga.

1. Proemio.
Cavilando sobre los impactos reales de la crisis financiera global en México durante el año que entra y la consiguiente capacidad para metamorfosearse de las sesudas observaciones de la clase política mexicana a este respecto ---la cual, por cierto, encuentra su exponente de mayores dimensiones, lo mismo en sentido estricto que figurado, en nuestro incomparable secretario de Hacienda, Agustín Carstens, quien aseveró con desparpajo e ingenuidad que estos no pasarían de ser un "catarrito" y, hoy por hoy, no deja de salmodiar y maravillarse por la buena, buenísima suerte que significaron (al menos para él, su causa y una buena parte de los que a estas alturas se habrían tatemado con los reflectores) las muertes de Juan Camilo y Carlos Abascal, la liguilla sin el América y la consabida violencia e inestabilidad que privan cada vez más cerca de esta muy noble y leal y que, dicho sea de paso, no parecen extinguirse con nada... ¡Claro!, salmodia y maravilla transcurren en un silencio p-r-u-d-e-n-t-e-m-e-n-t-e sepulcral y que sólo osaríamos perturbar con un episodio tan arrebatador y encendido como el que aquí anteponemos---.

2. Acto único.


Es verdad,

nadie osaría negarlo:

aunque llegue la Chatita y me pegase,

nadie osaría negarlo:

aunque llegue mi suegra Susi y reclamara,

nadie osaría negarlo:

aunque lleguen mi cuña'a y un tropel de tarzanes echando el anatema,

nadie osaría negarlo:

aunque mi mamá se escandalice por estas cosas,


nadie osaría negarlo:

aunque algún decreto prohibiera los ojos,

nadie osaría negarlo:

aunque quemen nuestras manos, arranquen nuestras uñas y salen nuestras lenguas,

nadie osaría negarlo:

aunque lo proscriban, so pena de arrancarnos los testículos a dentelladas,

nadie osaría negarlo,

aunque de tanto pegar el grito en el cielo, éste parezca un aviario de gritos y mentadas,

nadie osaría negarlo:

porque, indefectiblemente,

los hombres, rehenes de esta ciudad,

arden en una sed ávida de nalgas.
nal-ga-nal-ga-nal-ga-nal-ga-nal-ga...

Mira sus ojos, quebradizos, como reflejo de este valle anegado de polvo y desprecio en el que sólo florece la ceniza; míralos bien, porque también descubrirás otros ojos, estos llenos de sangre, contagiados de la fiebre que incuba el crimen y en cuyos párpados asoman colmillos en vez de pestañas.


(Pero no te engañes: todos, en el fondo, quieren nalga).

3. Epílogo.

Durante la última reunión del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, el fundador Klaus Schwab y el especialista Paul Krugman, premio Nóbel de economía 2008, resaltaron el carácter perfectamente inelástico de la oferta en el mercado internacional de la nalga y cómo, en el marco de las economías emergentes, un modesto suministro de ésta tiende a entorpecer los ciclos macroeconómicos más que a beneficiarlos y puede, en un escenario de volatilidad nalgaria, llegar a desquiciarlos por completo.
* * *
4. Pero ¿de dónde vino la inspiración?
Si las escaleras eléctricas que ascienden de ese purgatorio que es la línea 7 a la luz, no se mueven con el ímpetu y dinamismo que debieran ¿de quién es la culpa? ¿Del Gobierno del Distrito Federal que desvía recursos para financiar medidas populistas que algunos podrían acusar de demagogas? ¿Del gobierno del empleo que lo único que ha sabido es atiborrar el engranaje del comercio informal a expensas de entorpecer el transporte público, por ejemplo? No. Ni uno ni otro pueden demeritar ese instante que dura un suspiro y en el que alguna secretaria, profesionista, ama de casa o sexoservidora, bien dotada de carnes, concentra sobre sí lo más instintivo del género menos-culino ---porque, eso sí, está claro que el género más-culino es el de las mujeres--- y éste se emboba comiendo nalga.

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