lunes, 12 de enero de 2009

(Sin título.)

"la lluvia es un hecho que siempre ocurre en el pasado".
J.L. Borges.
Tímida, fría, insondable y del todo ajena a las consideraciones de locales y transeúntes por igual, hoy cayó la primera lluvia del año sobre la Cd. de México.
No fue un meteoro que merezca ser recordado por su intensidad o duración ---mientras termino de escribir estas líneas, las últimas chorreras se agolpan en los aleros---, ni lo violento de sus embates o la cuantía pecuniaria de sus daños nos harían temer su presencia en otro lugar o momento. Así, difícilmente alcanzaría cualquier nota en el impersonalísimo ---pero no por ello menos humano--- registro que asigna los recursos de nuestra atención en función del precio humano cobrado por los percances...
... Pero revistió a la noche de la más sutil belleza.

jueves, 8 de enero de 2009

¡Todo debería llevárselo de una buena vez el carajo!

Desde la accidentada obtención de mi pasaporte en diciembre pasado (vid la entrada del 15.12.08) a esta parte, he venido apercibiéndome de una buena parte de las cosas que fastidian, lastran y se engorran en la vida cotidiana de los otrora considerados suertudos habitantes de este alto valle metafísico.


(Y como afirman que al mal tiempo, buena cara; hasta el día de hoy podía afirmar orgulloso que ni las aglomeraciones que ya se forman en todos lados, ni el tránsito que fluye con lentitud de pesadilla, ni la demanda culinaria de la nalga con la que se violenta la convivencia, ya de por sí ríspida, entre hombres y mujeres, ni la burocracia de ineptitud irremisible con sus errores básicos ---por no referirlos como pueriles--- en la lógica de sus procedimientos, ni la inseguridad autocomplaciente que bate impune a la vuelta de la esquina habían podido minar mi gusto por ser rehén del Valle de Anáhuac; sin embargo, no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo aguante).


Ahora resulta que, contrario a lo establecido en el convenio que suscribí con el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) para ser becario del mismo y que marca que el estipendio mensual deberá depositarse dentro de los primeros cinco días naturales de cada período, los muy pendejos no previeron las dificultades que acarrearía la disposición del Año Nuevo y del día de Reyes en el calendario y ayer (07.01.09), a la hora de cierre de los bancos, todavía no había ni un puto quinto caído de la mano de estos cabrones.


¿Por qué los becarios (en su mayoría, estudiantes de posgrado) estamos sujetos a un régimen en el que se nos remarcan de manera por demás intimidatoria todas las obligaciones y ninguno de los derechos? ¿Cómo es posible que no existan canales claros de comunicación con el Consejo para poner una queja y, sobre todo, que a la hora de la hora no haya un sólo funcionario público con la vergüenza y educación suficientes para explicar qué coños ocurre y cuándo se resolverá el problema? ¿Por qué no en lugar de andar mandando mensajitos cursis por correo electrónico con motivo de la Navidá y lo que le sigue, la "Director (sic) Adjunta de Formación y Desarrollo de Científicos y Tecnólogos", M. en C. Silvia Álvarez Bruneliere, pone a trabajar a sus canchanchanes para sortear de la mejor manera contingencias de esta índole?


Finalmente ¿por qué no vemos la misma acrimonia y virulencia que familiarmente caracteriza a los burócratas entre la Subdirección de Becas Nacionales y la Tesorería de la Federación (TESOFE) por la lenta liberación de los recursos? ¿De veras creen que su timorata cartita va a remediar los sinsabores e incertidumbre de su insensatez e incompetencia? ¿Qué se creen? Por lo visto, para ellos la investigación científica en este país es sólo un pasatiempo que no tendría porque remunerarse y los estudihambres dedicados a ella podemos satisfacer nuestras necesidades más apremiantes, haciendo fotosíntesis bajo el sol.
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Pendejos, mil veces pendejos: si de por sí a este país ya se lo está llevando el carajo...


lunes, 5 de enero de 2009

La inseguridad a la vuelta de la esquina.

Sí, desafortunadamente, la inseguridad llegó para quedarse y nosotros, los rehenes de esta muy noble y leal, no podemos sino sobreponernos a sus infatigables embates con la vocación resignada al martirio observada por los primeros cristianos. Sin embargo, nuestra pasión no apuntala las bondades de credo alguno, ni nos indulta por nuestras flaquezas al interior del mismo o siquiera nos regocija con la premisa ilusoria de la restitución de nuestro espíritu a la divinidad. No, nuestra pasión ---al igual que toda la vida del Hombre a los ojos de Sartre--- es inútil y estéril porque no redime de nada a nadie.
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Aguzando un poco nuestras mientes, tarde o temprano acabaremos preguntándonos cómo fue que caímos en esta situación y, sobre todo, qué podría hacerse para paliar este mal que ya distorsiona la visión que tenemos de la ciudad y de nosotros mismos. ¿Cómo podemos sacudirnos, de una buena vez por todas, la desigualdad atávica que camina entre nosotros y que parece ennoblecernos por la indiferencia imperial que en nosotros genera? ¿Hacia dónde marcha una zoociedad que proclama el abuso, la corrupción y la impunidad sin cortapisas como valores cívicos y que parece concentrarse en su grado de iniquidad hacia sus semejantes con cada nueva generación? ¿A qué puede aspirar un país con una clase política rampante, coludida con la delincuencia y que descansa en la ignorancia mediatizada de sus electores?
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(Ojo mis valedores: tampoco se trata de pactar un nuevo llamado a tomar las calles con la anuencia parcial y sensiblera de los medios electrónicos como en el caso de Iluminemos México (sic): la motivación puede ser la correcta; pero los medios y sus alcances dejan ---y han dejado--- muchísimo que desear).
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¿O qué? ¿De plano este país ya no tiene salvación?
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El problema con estas preguntas truculentas es que la gente suele tomarlas por retóricas y así se quedan: en espera de que aparezca algún desafortunado que las formule de nuevo... Pero baste decir que en Noche Vieja allanaron la casa de nuestra vecina, la del 6, arrasaron con todo lo de mediano valor los muy rateros y, hoy por hoy, me siento más vulnerable que nunca.