viernes, 14 de octubre de 2016

El vacío.

Ha pasado el tiempo y las Horas no me han concedido la última, que como reza el pórtico, es mortal.

Dejé la computadora de escritorio por una portátil y luego dejé ésta por una tableta y ésta a su vez sucumbió ante un celular, de modo que escribir no se me facilitó, si no al contrario. 

Olvidé las claves, los accesos, los perfiles en redes sociales que ya no existen, que ya nadie utiliza. Me divorcié, me mudé de vida; pero la realidad nacional rebasó ---y por mucho--- mi capacidad de indignación, de asombro, de sobresalto, de náusea. Contemplé con desconsuelo que lo ocurrido en San Fernando, en Ayotzinapa, en Tlatlaya, en la Narvarte, en Tierra Blanca y en cada una de las fosas clandestinas con las que se horada este país, no sirvió más que para calentar el rating, subir de tono los titulares e hincar la palabra "chairo" en el imaginario colectivo de esta Muy Noble y Leal. ¿Cómo podía seguir escribiendo? ¿Regresar a decir lo mismo, contra los mismos tipejos que repiten el mismo sainete bajo distintas circunstancias y para los mismos que no leen?

Aún no lo sé, no hallo la respuesta; pero sigo tratando, aquí y allá, en un blog y en otro, de echar a andar las cosas. Es cierto, la última es mortal; pero hay algunas previas que te hacen paladear la última... De allí que Xavier Villaurrutia titulara su libro 《Nostalgia de la muerte》. Y yo, necio, insisto en hacerme el loco para seguir escribiendo, "tirando pa'l monte", vociferando en el vacío.