lunes, 21 de enero de 2008

Los vecinos y el blog como género.

1. Escribir para los que no leen.

Cuando José Joaquín Fernández de Lizardi decidió en 1816 ser el primer novelista de México (e Hispanoamérica) la población de la ciudad ascendía, de acuerdo con el Ensayo Político del amigo Humboldt, a 137,000 habitantes. Esta cifra rebasa por 15,000 almas a la población actual de la delegación Milpa Alta en el Distrito Federal, pero es rebasada ampliamente por el número de individuos en la entidad federativa menos poblada en la actualidad: Baja California Sur con 512, 170 cráneos. Naturalmente debemos recordar que por aquellos ayeres, la población total de la Nueva España era de 1,600,000 habitantes aproximadamente y que ésta contaba todavía con los territorios de Texas, Alta California y Nuevo México, lo que disminuía aún más drásticamente su densidad de población.

Por otro lado ---y para seguir con la trivia demográfica---, el porcentaje de analfabetismo en aquel periodo era, aproximadamente, ¡del 98%! Es decir, de los 137,000 novohispanos radicados en la muy noble y leal Ciudad de México, únicamente 2,740 sabían leer y escribir en la lengua de Cervantes. A lo macho que había que ser muy, pero muy macho para aventarse a fundar un periódico (El Pensador Mexicano) y ya no digamos para escribir una novela (El Periquillo Sarniento); es más, tener un seudónimo (El Pensador Mexicano) no obedecía a los caprichos de la vanidad que engendran en nuestros días nombres artísticos o calificativos absurdos: era un acto de legítima defensa contra las mortíferas represalias con que suele solazarse el gobierno en turno cada vez que las críticas no son de su completo agrado y toda vez que los hombres de letras estaban perfectamente identificados.

2. El Pensador Mexicano en nuestros días.

Actualmente existen 70 millones de blogs pululando por el ciberespacio. Seguramente más de uno ya se habrá preguntado ¿cuántos de ellos valen la pena de ser leídos? Es frecuente encontrar notas en Proceso, El Universal y algunas otras publicaciones periódicas, sobre que si tal blog es polémico, sensacional o deprimente; sin embargo, como un género literario incipiente que probablemente redefinirá cómo nos relacionamos los lectores con la palabra impresa, aún no existe una "crítica literaria" del blog accesible al gran público ---las citadas notas nunca mencionan las cualidades artísticas intrínsecas al estilo, contenido o técnica desplegados en el blog---, ni miembro alguno de la autocomplaciente intelectualidad mexicana ha manifestado alguna opinión al respecto. ¿Cuáles son sus contenidos principales? ¿Es la brevedad de la mayoría de los mensajes 'posteados' en los blogs un requisito propio de la forma? (Porque en algunos casos esto acercaría el blog a los haikús de Tablada y Apollinaire, sólo que de una manera mucho más instantánea). ¿Cuál es la máxima extensión que el lector de blog suele (o puede) tolerar? ¿Existe tal cosa como el lector de blogs? ¿Adónde irá a parar semejante cantidad de información? Y además ¿quién y cómo resguardará aquellas bitácoras que efectivamente resulten valiosas? Resulta aventurado, por decir lo menos, vaticinar que en el futuro habrá antologías en línea de los blogs que hicieron historia.

Podría suponerse (y con razón) que será la nueva generación de intelectuales la encargada de llevar dicho género a un lugar más prominente o bien, en un mundo en el que la gente cada vez lee menos en general y menos contenidos de calidad en particular, cerciorarse de que desaparezca la literatura de una buena vez por todas.

3. Los vecinos.

Naturalmente (y como ejercicio para el lector) queda revisar quiénes (o qué) ocupan el rededor de este punto en la blogósfera. Para esto, nuestros anfitriones de Blogger se han asegurado de proveernos con un botón en la esquina superior izquierda de esta pantalla con la leyenda "Siguiente blog". A pesar de que parece funcionar de manera completamente aleatoria, no deje Ud. de presionarlo 10 veces como mínimo. Estoy seguro de que se sorprenderá...

domingo, 20 de enero de 2008

México: potencia mundial para el 2019.

De acuerdo con la Secretaría de Salud, si seguimos como vamos para el 2019 seremos una potencia mundial: nos encontraremos por encima de las demás naciones y 9 de cada 10 mexicanos podrán jactarse de ostentar aquello que, orgullosamente, identificará a México en otros confines del planeta. Naturalmente, esto traerá como consecuencia una modificación paulatina de la idiosincrasia nacional y de la forma en que somos percibidos los mexicanos por el resto del mundo. Las diferencias entre ricos y pobres se adelgazarán de tal manera, que será prácticamente imposible distinguirlas al desnudo. Nunca más se difundirá la imagen del indio famélico ataviado con sus ropas de manta, languideciendo bajo su sombrero y su sarape al pie de un frondoso cactus. Erradicaremos para siempre la creencia de que esta país es como una cornucopia ---o cuerno de la abundancia--- cuyos frutos sólo benefician a nuestros vecinos del norte; es más, muchísimas personas verán al fin realizarse su sueño, en el que las zoociedades mexicana y estadounidense, frente a frente y con la misma estatura, se miran como separadas únicamente por un espejo...

Es verdad, para el 2019 México será una potencia mundial, seguida de cerca sólo por los Estados Unidos; sin embargo, yo nunca había escuchado que la Secretaría de Salud estuviera al frente de los organismos e instituciones encargados del desarrollo nacional. Definitavemente aquí hay tlacoyo encerrado...
Lo que ocurre es que de seguir las tendencias actuales, para finales de la segunda década del s. XXI la nación mexicana ocupará el primer lugar de población con problemas de sobrepeso a nivel mundial, dejando atrás a naciones industrializadas como EEUU, China, Canadá, Reino Unido,..., ¡en fin, a todas: industrializadas y no!, lo que acarreará consigo los consabidos problemas de salud que acompañan a unos kilitos de más: diabetes, hipertensión, gota, enfermedades cardiovasculares e hígado graso (lo cual podría convertirnos en el primer exportador a nivel mundial de foie gras humano).
Como resulta fácil preverlo, este escenario debilitará más aún las ya de por sí marchitas finanzas del sector salud, el cual deberá erogar su presupuesto no sólo en el tratamiento de la obesidad y sus padecimientos concomitantes; sino en la prevención de aquélla para evitar que ahora sí los mexicanos acabemos comiéndonos unos a otros.

miércoles, 9 de enero de 2008

Estaba un día la Caperucita navegando en Internet...

1. La modernidad.


Una de las cosas que más me molestaban en las postrimerías del siglo pasado era el abuso de la palabra modernidad: en un arrebato de radicalidad que hubiera enviado el mismísimo Rimbaud ---por aquello de il faut être absolument moderne---, ciertas esferas de la zoociedad mexicana decidieron que debía enarbolarse la modernidad a ultranza y esgrimirla como la panacea histórica ante tantos y tantos años de desperdicio en este país: ¿cuál podría ser el único remedio ante políticas económicas absurdas y planes de desarrollo pésimamente implementados? Más aún en un momento en el que el tristemente célebre gobierno del cambio había optado por hacer tabula rasa de la herencia priísta y, en un movimiento característico de la mesiánica clase política mexicana ---encarnada como nadie en la figura funambulesca de Vicente Fox---, buscar un arquetipo ideológico que no sólo trascendiera aquél del régimen anterior (la consabida Revolución inagotable) sino que nos refrendara la promesa (¿o la ilusión?) de que el nuevo régimen estaba libre de las taras de sus antecesores.


De la noche a la mañana, la modernidad inundó los escaparates y pocos renglones resintieron más su embate que la educación. Era como si el sector más indicado para alzar la voz y denunciar a los falsos profetas de la modernidad, evidenciara su debilidad y flaqueza, crónicas de algún tiempo a esta parte, sucumbiendo a políticas absurdas ---tanto públicas como privadas--- que se regocijaban exaltándose a sí mismas: ¡la enciclomedia, la biblioteca Vasconcelos, el "redondeo"! Aquellos que denunciamos públicamente que Internet era mala maestra y que los niños no necesitaban computadoras ---mucho menos clases de inglés---, sino mejorar su comprensión de lectura y elevar su desempeño básico en matemáticas, fuimos vistos como heces del antiguo régimen, sabandijas que lo único que anhelábamos era ver caer al nuevo prócer, al campeón que encapsulaba las esperanzas de (casi) todos los mexicanos.

Naturalmente ahora nos preguntamos: ¿adónde fue a parar la dichosa modernidad?

Si alguien la ve, dígale por favor que necesitamos nuevamente de ella (o de alguno de sus semejantes) por exactamente las mismas razones que hace siete años.



2. El terrorismo.

Otro fenómeno ---simétricamente similar al anterior--- ocurrió con el terrorismo. Los primeros años del nuevo milenio se vieron empapados con esta palabra, gracias a que la zoociedad más teledirigida del planeta, aquélla que nos muestra cómo el homo sapiens abandona la razón para convertirse en el homo videns, emprendió una batalla global ---y que a muchos nos recordó los últimos párrafos de Cyrano de Bergerac en los que, delirante, éste lucha contra enemigos invisibles antes de morir---, en contra de todo aquello que fuera siquiera sospechoso de apoyar o simpatizar con el terrorismo y como respuesta natural a los ataques del 11 de septiembre contra lo que era, a lo más, la mejor vista del bajo Manhattan.

(Espero que el párrafo anterior no nos coloque en el índice de la CIA).


La campaña de Bush logró, entre otras cosas, convencer a buena parte de los Estamos Hundidos y a aquellos que se afanan por copiar sus patrones de vida, de que el mundo era un lugar terriblemente inseguro para ellos, que prácticamente todas las demás naciones envidiaban el american way of life y que aquellos que nos atrevíamos a acusarlo como una forma impersonal y consumista de despilfarrar la existencia, éramos unos ardidos, jijos de Fidel Castro y Osama, casi-casi unos pinches jodidos y desharrapados para los cuales nunca se abrirían las puertas de los cielos y estaríamos condenados a permanecer d'este lado del muro, en la tierra de las devaluaciones, el sarape y las tortas 'hogadas ¡'í 'eñor!

Sin embargo, la situación real en el mundo no ha mejorado en lo más mínimo, dado que Washington anda tan limitado de mientes que nunca ha encaminado sus esfuerzos a lograr que la percepción generalizada que se tiene de los ciudadanos del vecino país del norte cambie. Es claro que esto juega únicamente en detrimento de la forma en que los gringos experimentan el mundo y que mientras dicha situación no se modifique, podemos agregar una sicopatía más al ya de por sí nutrido muestrario de las que caracterizan la vida en EEUU.

Desafortunadamente todo esto repercute en otros habitantes del planeta y, dado que el Señor actúa de misteriosas maneras, para muestra basta un botón: ¿qué le ocurrió a la Caperucita mientras se encontraba el otro día navegando en Internet? Pues que el sistema operativo de su nueva computadora portátil sacrificó ---por no llegar al término justo y decir que inmoló en descomunal hecatombe--- la rapidez del procesador en aras de la seguridad. Por si esto no fuera poco, una vez que la dulce nena se deshizo del sistema operativo Windows Vista y regresó con su antecesor XP, ¡resultó que la última versión del navegador, que tan diligentemente se encargó el sistema operativo de descargar e instalar, se la pasa recordándole que hasta la página web del chocolate "Abuelita" posee un certificado emitido por una corporación en la que no ha depositado su confianza (¿!) y que el explorador le recomienda (¿¿!!) no dirigirse allí!

(¡Quietos cabrones! Ya sé que uno puede deshacerse "tranquilamente" de todo lo que huela a Windows y pasarse buena parte de la vida cazando plug-ins para correr las aplicaciones que a uno se le hinche el güevo; pero aquí estamos hablando de que Caperucita quiere pasarse la mayor parte del tiempo T-R-A-B-A-J-A-N-D-O y no quiere volverse, ni remotamente, una experta en ingeniería de software: ¿por qué algunos parecen estar peleados con la eficiencia? Uno debería ser capaz de conseguir una compu, instalar lo que uno deba instalar y ¡a la fruta!, ¡a trabajar y ya!)

A todo esto, y para concluir con una pregunta natural, en esta historia ¿quién es el Lobo Feroz?