miércoles, 30 de abril de 2008

Sintomatología de la desigualdad I.

1. Las efectos.

Ayer escribía, someramente, sobre cómo nuestra ciudad resuena bajo el tráfago inagotable del caos urbano: desventuras y malandanzas del congestionamiento vial que dura todo el día, la ineficiencia del transporte público y el consabido hacinamiento del que somos cautivos, por deseo propio, al habitar esta megalópolis. Sin embargo, no menos infatigable en el caudal de sus manifestaciones, ni asolador por lo desgastante de sus efectos, es el caos social en el que vivimos inmersos los defeños y que en buena medida podría explicarse como consecuencia directa de su homólogo primeramente citado, si no fuese porque al hacer esto lo estaríamos desponjando de buena parte de su inercia: muy probablemente la falta de planeación y el crecimiento sin límite de la mancha urbana hayan desembocado en una metamorfosis de ciertos aspectos sociales, pero como fenómenos bien delimitados ---y con la certeza que nos brinda el vivir día a día todas y cada una de sus expresiones---, hoy por hoy nadie puede negar que el caos social genera a su vez más caos social y (¿por qué no?) retroalimenta generosamente al caos urbano por haberlo engendrado.


Uno de los aspectos que más frecuentemente atraviesan el imaginario colectivo de esta metrópoli es, sin lugar a dudas, el de la seguridad pública: para algunos, vivir en el Valle de México toma tintes de deporte extremo y para otros, la sola mención de lugares tales como Iztapalapa, Tepito, la Doctores, Gustavo A. Madero, cd. Neza y la Guerrero; evoca todo el espectro de reacciones imaginables: desde la estudiante de comunicaciones de la Ibero o la Anáhuac para quien dichos parajes colindan con la cueva de los 40 ladrones, hasta la víctima del amigo Arizmendi ---sí, el mismísimo mochaorejas--- que fue liberado de alguna casa de seguridad y que ahora escucha la ubicación de ésta con un sudor frío que le recorre el espinazo y un repudio similar al de quien escucha mentar la soga en casa del ahorcado.


Sin embargo, la inseguridad pública en esta ciudad no puede explicarse sin hacer mención de algo mucho más grave y sí, aunque Ud. no lo crea, mucho más ubicuo: estoy hablando de la impunidad.


2. Sus causas.

La impunidad permea todos los estratos de la zoociedad mexicana, es un fenómeno nacional más que local y se desarrolla a partir de la crasa ineficacia del Estado para impartir justicia: a medida que podemos ensanchar los márgenes de la normatividad establecida sin recibir castigo alguno a cambio, nos vamos ensoberbeciendo y engolosinando, de modo que mientras observamos cada vez menos normas ---bajo la mirada cómplice del Estado---, tendemos a enaltecer la cultura del abuso y proclamar la injusticia como valor.


Me explico con un ejemplo: la ciudad de México es la ciudad, no de la esperanza ---como han tratado de hacernos creer---, sino de la reversa. No existe tropiezo o equivocación vial que la reversa no pueda solucionar. ¿Estás atascado en el Periférico y no hay salida a la vista? No te preocupes, échate el "reversazo" en una entrada. Pronto verás cómo algunos automovilistas te tributan el sincero homenaje de la imitación. ¿Te quieres ahorrar una vuelta porque la salida de Viaducto te dejó tres cuadras más adelante de la calle que buscabas? ¡No importa! Precisamente para eso la lateral tiene dos carriles: uno para el tránsito normal y otro para todos aquellos que quieran echarse en reversa, aunque el reglamento de tránsito metropolitano vigente indique en su artículo quinto, fracción cuarta, que los conductores deben "circular en el sentido que indique la vialidad."


(Y nada más para que se den un ligero quemón, la fracción cuarta del artículo sexto del citado reglamento, prohíbe expresamente a los conductores "circular en reversa más de 50 metros (¡!), salvo que no sea posible circular hacia delante."[...] Porque naturalmente, en este caso, ¡Ud. puede exceder tranquilamente los 50 metrotes que la autoridad patrocina! ¿En qué quedamos?)

Después de esto ¿qué sigue? Si podemos, tranquilamente, pasar por encima de los derechos de tránsito de nuestros conciudadanos y, en algunos casos, se nos ensalza por ello ¿por qué no hacerlo con otros derechos? Si en algo tan "inocuo" como echarse en reversa, la misma ley nos dispensa 50 metros ¿no podremos aspirar a ampliar los límites de las demás disposiciones proporcionalmente?
3. Las causas vistas como efectos.
Como bien puede observarse en este ejemplo, la impunidad desembocó en una escalada de privilegios adquiridos a la mala: usos y costumbres que transgreden el derecho de otros y demeritan nuestra calidad humana al ufanarnos de ello; pero que cuentan con cierto grado de aprobación social y/o legal.
Este fenómeno no es aislado y se origina a su vez en la raíz misma de todos nuestros males: la desigualdad.

1 comentario:

Alegría Bulliciosa dijo...

Es verdad, todos nos quejamos de la inseguridad pública, de la impunidad con la que los hampones hacen sus fechorías y de la incapacidad del Estado para castigarlos, sin embargo no estamos dispuestos a respetar las reglas si estas nos afectan (respetar la circulación legal de las calles, respetar los semáforos aún cuando el tránsito de vehículos no sea intenso, es decir, respetar el alto aunque no esté pasando ningún coche... etc. etc. etc.) Todo esto es resultado del poco o nulo respeto que los mexicanos tenemos por el próximo, porque primero estoy yo, después yo y al final yo.