martes, 29 de abril de 2008

La última no fue mortal.

1. El compromiso.

¿Qué significa vivir en la cd. de México? ¿Cómo se define, intrínseca y localmente, la mexicanidad? Es decir, ¿qué nos caracteriza como defeños, una vez que nos hemos despojado de los rasgos comunes al nayarita y al campechano ---por poner un ejemplo---, y buscamos una parte de nuestra identidad al interior de esta urbe? ¿Cuál es la impronta que la ciudad nos deja y que nos acompaña, aun en el exterior? ¿De qué manera al contrastar nuestra vida urbana y para ponerlo en una palabra: defeña, con otros usos y costumbres en el país y en el extranjero, podemos delinear mejor nuestros rasgos y más aún, profundizar en el conocimiento de nosotros mismos?

Naturalmente, las respuestas a las preguntas anteriores conllevan su buena dosis de subjetividad; pues a pesar de que nos gustaría establecer un listado con las características que responden a la tercera pregunta, de ahí en adelante nuestros cuestionamientos apelan irremisiblemente a la experiencia y esto nos pone en un brete: ¿cómo reconocerse en la prosa caótica de quien esto escribe, sin sufrir un sesgo que nos induzca experiencias ajenas? ¿Cómo recobrar la dimensión personalísima que significa vivir en este ciudad a través de las malandanzas de otro?

Al parecer, la única respuesta satisfactoria radica en ir escribiendo y describiendo esta ciudad, sus habitantes, sus sonidos y sus sabores; para dejar que cada uno acuda a la parte de la memoria que, como fracción de su propia identidad, le corresponde.

2. Naturalmente, el caos.

Quienquiera que desee abordar esta ciudad como empresa ---en el sentido original de la palabra--- , debe estar preparado a asimilar grandes dosis de caos.

Es más, en la cd. de México, el caos toma alturas de deporte regional y los ejemplos abundan:

a. Se terminaron las horas pico: de acuerdo con la sabiduría universal de los chafiretes (que todo lo permea), ahora todo es cuestión de suerte. En consecuencia, cualquiera que cometa el acto temerario de adquirir un vehículo en esta urbe deberá estar consciente de lo desgastante y erosivo del tráfico, así como de los rituales de una sociedad que se organiza en torno a éste: vendedores de bebidas enlatadas ubicados en carriles centrales (!?) de Periférico a la altura de Reforma o Palmas; las ubicuas gorditas de nata (en el trébol de Periférico e Insurgentes, así como en la calzada Ignacio Zaragoza con dirección a Puebla), los franeleros, dueños anónimos y omnipresentes de esta ciudad y, finalmente, aquellas personas en espera de una denominación que les haga justicia y que a cambio de una gratificación, mueven unas piedras para que el automovilista presa del tránsito de la hora de salida, escape sobre el camellón a la lateral... La cual, la mayoría de las veces, se encuentra igualmente atascada y provee del flujo necesario, pero en sentido inverso, para restablecer la aglomeración en carriles centrales.

b. La ineficiencia consuetudinaria del transporte público se ha institucionalizado: Insurgentes ---desde Indios Verdes hasta el Monumento al Caminero, aka la salida a Cuernavaca--- es pasto exclusivo del Metrobús; sin embargo, y como suele ocurrir con casi todos los espacios públicos en esta metrópoli con la sola excepción de museos no-nómadas y bibliotecas, la capacidad física del mismo fue ampliamente rebasada desde hace mucho, sin que se vislumbre solución alguna a los consabidos apretones y conflictos para descender en la parada a la que efectivamente se dirigía uno. Como si esto no fuera suficiente, la genial idea de sustituir el boletaje con tarjetas "inteligentes" (¿alguien ya les aplicó un test para medir su IQ?) se opaca ante el hecho de que las máquinas en las que se abonan los viajes no dan cambio (¿qué tal?) y que la tarjeta sólo sirve para el Metrobús, a pesar de que ya existe otra tarjeta para el Metro. (Piensa el Carnal: "Dado que los mexicanos están bien jodidos y no pueden llenar de tarjetas de crédito los espacios que sus carteras de importación traen para tal efecto, vamos a darles un paliativo en forma de tarjetas de transporte".)

c. ¡Claro! Me faltan los microbuses, pero a estos hay que dedicarles un post completo.

3 comentarios:

el charo dijo...

Ya el Raski –¿rasqui?– hablaba de ese problema (el del modelo matemático que predecía la pronta saturación de las vías públicas) hace algunos años, cuando tarareábamos la marcha de los Gladiadores y tomábamos apuntes con el Twinky mientras un novio tabasqueño y celoso asesinaba a Cristel afuera de nuestro salón.

Todo pasa y todo queda, ya lo dijo el poeta; pero al final de cuentas, lo que nos hace defeños –defequeños– nos trasciende irremediablemente. Sólo podemos aspirar a ser parte de esa naturaleza [sic], por más alejados físicamente que estemos del tan mentado D.F.

quique ruiz dijo...

Ya algunas veces me he preguntado sobre qué me hace mexicano, qué hace una nacionalidad, y ahora, qué hace una regionalidad, haces que me pregunte. En aquella ocasión no llegué a mucho; sólo llegué a que la regionalidad se expresa (afirmaba tal cosa un poco en contraposición a lo que una amiga afirmaba: "Si no hago nada productivo para México, si no hago alguna contribución para México y sólo en nacido en México, no soy mexicana"), aunque supongo que también se construye.
Una lectura que me pareció que expresa o retrata la defeñidad, por lo menos su lado oscuro, si de alguna manera se le pudiera llamar a lo indeseable o reprobable, es la de Mauricio Bares en su libro Ya no quiero ser mexicano!

Anónimo dijo...

ola!!
primix
ajajaj
ei
no ps
de
casualidad
encontre
tu blog
pro ps
esta bn
y si te
casaste
con mi
hermosisima
prima
y su hermosa
familia XD
jajajajaja
=D
bno esta
intersante
tu articulo
a ver cuando
pasas a mi mf

me saludas a
mi primita
jajajjaja
bno ia
me voy
t dejo mimf
wwww.metrflog.com/manzanitadekramelo


bye


tc


xoxo