jueves, 16 de septiembre de 2010

Yo no celebro...

A Juan Manuel Gómez Pérez Figueroa.




...pero conmemoro. Una diferencia sutil, pero indispensable y más en estos tiempos que corren y se caracterizarán por el contraste brutal que ofrecen una violencia sin precedentes, que ya forma parte del día a día de nuestra zoociedad y que paulatinamente se cobija bajo un clima similar al de una guerra civil ---esto más para el beneplácito de aquellos que gustan de la cábala en nuestra historia o que se benefician con la presencia del ejército en las calles---; una desigualdad vergonzosa que parece fincar, cotidiana e indiferente, su carácter de irremediable e irreversible sobre un número creciente de mexicanos y, por otro lado, el boato ruin, el fasto irreflexivo e irreconciable con que nuestra clase gobernante exhibe su gusto fácil por la alabanza en boca propia, por la vanidad histórica que no realza sino su estulticia y su fidelidad innegable a un atavismo que ha caracterizado su amor por las castas, los despliegues de autoridad y derroche, así como su paternalismo heredero de los peores rasgos de nuestras dos culturas definitorias.


Sin embargo para mí, ciudadano de a pie, microbús y metro; disminuido y ajeno, las más de las veces por voluntad propia, a esta maquinaria del Estado que se empecina en la celebración abigarrada y falta de contenido para fijar en la memoria el olvido como la medicina mejor a nuestros males; no me queda ya nada más sino anteponer otro grito mucho más interior e íntimo, personalísimo y que aspira a no convencer a nadie de nada...


...por todos los seguidores anónimos de Hidalgo y de Morelos que no buscaban la independencia, pero querían acabar con el mal gobierno y dejaron vida, heredad y mujer en ello.


...por Allende y Aldama (Juan, no su hermano Ignacio) que pudieron comandar la rebelión y escribir de otro modo lo mismo.


...por Albino García Ramos, guerrillero al que le bastó sólo una mano para emular a Hidalgo.


...por aquella mujer que dio a luz una hija del Siervo de la Nación en Nocupétaro, Michoacán y cuyo nombre, como ella seguramente habría preferido, ignoramos.


...por las palabras con que Morelos arrostró a la muerte, encarnada en el tribunal del Santo Oficio, y que lo revelan como lo que realmente fue: un hombre.


...por Hermenegildo Galeana, que no sabía leer ni escribir.


...por el ejército de asnos (equus africanus asinus) organizado por López Rayón en Zitácuaro, que derrotaron al capitán realista Miguel de Emparán con faroles de papel.


...por Martín Xavier Mina Larrea, alias Francisco Xavier Mina, que salió de su natal España y, envenenado por las ideas de Servando Teresa de Mier, quiso luchar contra la tiranía del rey Fernando VII y dejar la vida en tierras mexicanas.


...por María de la Concepción Josefa Ortiz Magón, alias Josefa Ortiz de Domínguez, Conchita; oriunda de Irapuato y que, en 1824 condenó la expulsión de todos los españoles decretada por Guadalupe Victoria.


...porque dentro de doscientos años todavía exista alguien en México que conmemore precisamente estas cosas. ¡Qué viva México!

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