viernes, 25 de diciembre de 2009

Se nos está yendo el tren.

Hay, entre todas tus memorias, una
que se ha perdido irreparablemente;
no te verán bajar a aquella fuente
ni el blanco sol ni la amarilla luna.
J.L. Borges, Límites.
Me imagino que muchos pensarán que es una metáfora de la vida (como todo aquello que completa un ciclo, ubicándose al final en la misma posición en la que comenzó); pero más que una metáfora, me gusta pensarla como una reducción ---en la connotación pictórica del término---, que por sus dimensiones mismas y lo disminuido de nuestros sentidos, pasamos por alto hasta que la inercia de lo cotidiano nos sitúa más allá de cualquier posibilidad de percepción.

La decoración veleidosa y aun churrigueresca como reflejo de nuestro gusto o falta de él, los regalos anhelados y envueltos con amoroso cuidado, la cena preparada con esmero, el árbol, el nacimiento al pie del mismo, la instantánea con Santaclós en la Alameda; todo marcha hoy, veinticinco de diciembre, al cajón donde se deposita lo usual, florece el tedio y, finalmente, reina el olvido...

...Pero nosotros mismos no seremos la excepción.

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