lunes, 5 de enero de 2009

La inseguridad a la vuelta de la esquina.

Sí, desafortunadamente, la inseguridad llegó para quedarse y nosotros, los rehenes de esta muy noble y leal, no podemos sino sobreponernos a sus infatigables embates con la vocación resignada al martirio observada por los primeros cristianos. Sin embargo, nuestra pasión no apuntala las bondades de credo alguno, ni nos indulta por nuestras flaquezas al interior del mismo o siquiera nos regocija con la premisa ilusoria de la restitución de nuestro espíritu a la divinidad. No, nuestra pasión ---al igual que toda la vida del Hombre a los ojos de Sartre--- es inútil y estéril porque no redime de nada a nadie.
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Aguzando un poco nuestras mientes, tarde o temprano acabaremos preguntándonos cómo fue que caímos en esta situación y, sobre todo, qué podría hacerse para paliar este mal que ya distorsiona la visión que tenemos de la ciudad y de nosotros mismos. ¿Cómo podemos sacudirnos, de una buena vez por todas, la desigualdad atávica que camina entre nosotros y que parece ennoblecernos por la indiferencia imperial que en nosotros genera? ¿Hacia dónde marcha una zoociedad que proclama el abuso, la corrupción y la impunidad sin cortapisas como valores cívicos y que parece concentrarse en su grado de iniquidad hacia sus semejantes con cada nueva generación? ¿A qué puede aspirar un país con una clase política rampante, coludida con la delincuencia y que descansa en la ignorancia mediatizada de sus electores?
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(Ojo mis valedores: tampoco se trata de pactar un nuevo llamado a tomar las calles con la anuencia parcial y sensiblera de los medios electrónicos como en el caso de Iluminemos México (sic): la motivación puede ser la correcta; pero los medios y sus alcances dejan ---y han dejado--- muchísimo que desear).
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¿O qué? ¿De plano este país ya no tiene salvación?
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El problema con estas preguntas truculentas es que la gente suele tomarlas por retóricas y así se quedan: en espera de que aparezca algún desafortunado que las formule de nuevo... Pero baste decir que en Noche Vieja allanaron la casa de nuestra vecina, la del 6, arrasaron con todo lo de mediano valor los muy rateros y, hoy por hoy, me siento más vulnerable que nunca.

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